jueves, 13 de septiembre de 2012

Historias Extraordinarias




a) Hace varios años que X., mientras se escapa la tarde, proyecta películas en un bar para el que trabaja, sin que este sea el motivo por el que lo contratan. La elección de títulos que hace varía entre los films que facilitan la existencia de una Historia del Cine y otros más descartables que permiten que exista también una Historia Marginal del Cine. Desde las primeras funciones hay una persona que ve todas sus películas, todos los martes, litúrgicamente. Él no la conoce ya que por motivos impostergables tiene que irse apenas empieza la función, o incluso antes.  Pero sabe por sus compañeros que tiene un fiel seguidor de sus ciclos. Hoy, después de seis años seguidos en la proyección de películas, X. se dispone a preparar la que será su última función. Le avisan que el personaje unánime es ciego. La película le parece intrascendente.
b) Z. llega a un pueblo boliviano con un libro de policiales bajo el brazo. Ese refugio del mundo no conoce los asesinatos, ni los robos, ni los escándalos. Humanitariamente, Z. lee semanalmente esas historias a los chicos y los ancianos del pueblo. Locos, fascinados, ellos reciben los casos con voluntad caníbal. El paso de los meses hace que algunos iniciados imiten las narraciones de Z. Comienzan los robos; se instalan las comisarías. Comienzan los asesinatos; aparecen los primeros detectives.
c) H. trabaja como periodista para un diario amarillo. Una noche lo llaman para cubrir la toma del edificio psiquiátrico de la ciudad. El caso es este: los locos, cansados de sufrir la falta de gas, la alimentación carcelaria, el trato esquizoide, despacharon a los enfermeros y mandaron a los psiquiatras y los psicólogos bien lejos, por motivos de salud mental. Ganaron el edificio. Cuando H. llega al lugar de los hechos ve a su mellizo coordinando los relevos de guardia, los planes a futuro, los modos de comunicar la historia.
d) K. es agrimensor. Certifica medidas de terrenos en la pampa húmeda. Por encargo, viaja a tal chacra o tal campito para asegurarle a su cliente que el título que se dispone a adquirir se corresponde con la realidad. K. utiliza varias técnicas que nosotros calificaríamos de anticuadas. Pero hace el trabajo. Es tan valorado por sus colegas y sus clientes que un día decide abandonar el oficio. Golpea los portales del suicidio. No le responden.
e) E. es pura dinamita y fiesta y desarreglo. Trabaja en un cabaret en el que se desnudan animales.
f)  A. es un internauta especializado en consumir crítica literaria. Amante de las lecturas del Dr. Johnson y de Daniel Link, imprime textos y textos y textos que analizan libros que él nunca lee. Se encuentra por casualidad con una página que tiene supuestas críticas anónimas del S XVIII sobre la obra de William Shakespeare. Esas obras no están escritas y él comienza a darles forma.  Esa noche el Dr. Johnson, mientras bebe un trago de oro en una copa de vino, se le aparece en sueños y le dice: “No contribuyas a parir el canon occidental.” A. no le hace caso y se convierte en fumigador de su propia plaga.
g) L. es una señorita llena de esperanzas en el mundo. Cree en la justicia, en el matrimonio y en la biología. Ocupa la mayor parte de su tiempo en aprobar sus estudios universitarios y en especular sobre el futuro de las series norteamericanas, a las que es adicta. Una tarde en la que su televisor no responde descubre los crepúsculos de la masturbación. Como el idiota que cede ante el espejismo, se tiraniza. Por un sentimiento de culpa, en las tardes subsiguientes no hace otra cosa que acomodarse frente al televisor.  Ya no busca la Cara de Dios: un título en la pared de su cuarto reemplaza la visión del bien, la formación del mal.
h) B. es un boludo de cualidades astronómicas. Saqueado por mosquitos que le hacen análisis de sangre, golpeado por vientos que trabajan confabulados con el envejecimiento, arruinado por drogas que revitalizan la voluntad de querer ser suicidado por la sociedad, se fabrica alrededor de sí mismo una muralla de disconformidades todos los lunes, miércoles y viernes. Los martes y jueves mueve de lugar los ladrillos. Los fines de semana descansa.
i) La tradición especular por la cual U. se refleja en los vidrios de los corredores comerciales proviene de la física y la ciencia óptica. Enojado con su esplendor, U. se prende fuego en una peatonal, esperando llamar la atención de los paseantes fugaces.  Pero la fugacidad se adueña de su propio incendio y el espectáculo ni siquiera se ve espejado. Los bomberos llegan para apagar un foco de luz que entró en cortocircuito.
j) F. es un traficante de medicamentos vencidos que trabaja para la mafia ecuatoriana en la ciudad más importante de Argentina. Desconoce quién es su jefe pero sabe con exactitud por cuánta plata trabaja. Reconoce que su oficio es ilegal y que las posibilidades de ascender son mínimas. Una mañana cae enfermo y un amigo suyo le lleva algunas medicinas a su cuarto. Su amigo era también su colega, le dicen en las puertas del jardín botánico.
k) La postulación de un universo paralelo es una idea que ya no ocupa a nuestros metafísicos, hoy que ellos están tan en desacuerdo con nosotros.” Con estas palabras N. anunció su alejamiento del mundo intelectual y su frotamiento erótico con el mundo de la pobreza y el misticismo.
l) T. es un personaje típico. Produjo todas las condiciones necesarias para que lo llamen el cornudo de sí mismo. Habiéndose metido con la mujer de un amigo, el resto de sus compañeros organizó un plan silencioso para devolverle la cortesía por turnos. Lo tratan con respeto y hacen que se sienta seguro. Un estudio ornitológico lo califica de plumífero.
m) S. es un animal de zoológico. Tiene un puesto elevado en una empresa importante: su esclavitud es compleja. Se lleva problemas de trabajo a las temporadas oníricas y durante sus supuestas vacaciones no hace más que pensar en sí mismo, sabiendo que toda su persona no es más que su trabajo. Lleva este inconveniente al Ministerio, exigiendo una solución, entendamos por esto una especie de reintegro. Un secretario le promete que le pagarán sus horas de sueño como horas de empleo directo. La medida se planea retroactiva a treinta años. S. tiene cincuenta y tres. Entiende dos cosas: su vida es pobre; su sueño, rico.
o) La tradición tranquila de traficar tratados, nuestra afición a afinar filosofías, nuestra procedencia de la prostitución prominente, la tendencia tensionante a tender tentáculos; la carburación casi carbónica de los cariacontecidos, la generación espontánea de malestares hipnóticos, la visceral consideración hacia nuestros bisabuelos postizos; la facultad para facturar con facilismo, la voluntad de violar en plan velado; la periodización trashumante de las perforaciones permanentes; la humillación del corpus más humilde meditada por el doceavo círculo de nuestros humanistas; la deformación de Delfos en un oráculo difuso, financiero, indiferente; la postulación de poleas para sexualizar los postes; nuestra sinceridad sintáctica para sensibilizar facsímiles; la reproducción automática de los deseos descargados en cadena, la clonación de la erótica o la afirmación de la mentira como método de supervivencia; cosas como estas hacían que O. se sonriera al menos dos veces al día.
p) A’. es empleado público. Recibe el caso de una herencia medio oscura. Busca contactar al beneficiado pero se le hace imposible ubicarlo. Después de dos años realiza una maniobra para quedarse con la herencia, que incluye una casa en Chascomús, un depósito de 230.000 pesos y un perro con lepra.  En el momento de su vejez, ya retirado, acomodado por una jubilación falsificada, un empleado público le hace llegar a A’.  la noticia de una herencia que incluye un depósito de 230.000 pesos, un perro muerto y una casa en Chascomús a su nombre. El empleado, con ritmo de taquigrafía, agrega que en los papeles de la herencia se encontró la siguiente nota aclaratoria: “La herencia está maldita. La ambición va a destruir al beneficiado. Aconsejo que los bienes sean  cedidos al Estado o a una organización filantrópica. Un curso legal atípico me obliga a dejar a un particular todo mi patrimonio. A ese mismo le ruego que evada esta carga.” A’. desprecia la advertencia y continúa con su vida. Llega la hora de su muerte. La maldición nunca aparece.
q) Consultando los tomos de Pitágoras, del Upanishad, del Bhágavad-Guitá y las doctrinas de Federico Nietzsche, Y. supone que Romeo y Julieta volverán a enamorarse. Ideas como esta le advierten que la literatura no siempre trae cosas nuevas.
r) Un director de cine realiza un documental sobre algunos hechos que le parecen desagradables. Poco tiempo después su vida se vuelve desagradable. Alguien le ofrece hacer un documental que mezcle su biografía con una historia desagradable.
s) M. es contratada por el gobierno de Xanadú para construir una ciudad magnánima. Las autoridades de Xanadú ponen a disposición de M. el Tesoro Nacional, mano de obra en cantidades prácticamente infinitas, materiales de todo el orbe y un terreno lo suficientemente extenso como para poder planificar incluso los suburbios de las periferias. M. comienza el trazado articulando los límites: un río de agua dulce, una autopista para altas velocidades, una muralla para separar la civilización de la basura. Proyecta 10.200.000 casas dispuestas en 1.320.000 manzanas cuyo perímetro nunca es equivalente. Al momento de comenzar las obras, M. cae gravemente enferma y muere. La ciudad que soñaba es construida. El nuevo arquitecto agrega al plan inicial una parte importante de la ciudad que M. no había tenido en cuenta: el cementerio.
t) V. es una mujer tan linda. Sabe que en nuestro tiempo todos leen demasiado como para ser sabios y que todos piensan demasiado como para ser hermosos. La imagen del futuro me devuelve un proverbio persa que dice: “No maltratarás a una mujer ni con el pétalo de una rosa”. Todas las noches, antes de hundirse en la caravana inconciente, Imagina que el amor la hace.
u) G. viaja durante largo tiempo hacia países exóticos. Conoce fábricas, iglesias, organizaciones, gobiernos. Conoce la mentira, la soledad, la intolerancia. Cuando vuelve a su tierra ya no es el mismo: la sensación de corrupción lo copula.
v) L. es un albañil pobre. Participa de una organización que promete hacer prosperar su barrio y a largo plazo el país entero. Un día es capturado por personajes armados. Su familia no sabe nada de él por casi tres años. L. Permanece en un centro clandestino donde es torturado, silenciado, minimizado, sodomizado y alimentado. Lo liberan. Treinta años después declara en un juicio importante. http://www.youtube.com/watch?v=FO0cEaSZCVQ&feature=player_embedded
La justicia propone cadena perpetua para el organizador del secuestro de L., quien días después vuelve a ser secuestrado. Hasta el día de hoy desconocemos su paradero. Si el hijo de L. se convierte en policía es un asunto que a X. no le importa.
x) W. es un nene de tres años prácticamente mudo. Una tarde llega del jardín de infantes y contemplando a su hermana, que se dispone a tragar una aspirina, dice: “El deseo de tomar medicamentos es una de las cualidades que distingue a los humanos del resto de los seres vivos.” W. vuelve a hablar recién tres meses más tarde.
z) Horas antes de ir a su trabajo, que comienza después del mediodía, B’. visita la Biblioteca, Según las reglas del edificio, se le permite tener bajo su custodia tres libros distintos siempre que hayan sido editados luego de 1925. Puede consultar diccionarios y enciclopedias libremente. Pero el grueso de los libros lo manejan los secretarios y sólo aparecen en la sala gracias a un mecanismo de transporte que une el subsuelo -que es a la vez el depósito- con la sala de lectura. B’ anota que la cantidad de volúmenes de Shakespeare -563- en la Biblioteca supera la de Borges -557- y que eso no es muy loco teniendo en cuenta las cualidades inglesas. Un día B’ decide trabajar para la Biblioteca. Consigue el puesto y se instala en el subsuelo. Al poco tiempo renuncia. Nosotros renunciamos al porqué.
Lo ordinario
g) Internado en la Amazonia peruana, H. realiza trabajos chamánicos que contemplan el uso de Ayahuasca, la meditación instrumental, los masajes en forma de mandala y la introspección medicinal. Una noche, mientras consume el humo que sus ancestros ya exhalaron, se ve a sí mismo en una barca dirigida por dos indios del color del carbono. Cuando el curso del viaje se hace manso y H. comienza a hundirse en un placer sin tiempo, escucha una voz lejana que le canta al oído: “Si se ven navegando en un bote hermoso rodeado del bosque del día, tírense al agua. Esos barqueros los llevan hacia regiones de las que no conocemos regreso posible.” H. se lanza al río y nada desesperado. Vuelve a casa dentro del cuerpo de una serpiente marina, cuya piel traslúcida le permite apreciar las maravillas de los ríos subterráneos de nuestra América.
Lo extraordinario
g) R. recibe pedidos de Habeas Corpus en un juzgado federal. De setenta y cinco casos que se le presentan, rechaza treinta, archiva veintiséis y da curso a diecinueve. Su trabajo es automático, aleatorio: casi no revisa los expedientes. No nos puede sorprender que cajonee un Habeas Corpus sobre su hermana, a la que finalmente nunca conoce.


La narración de la historia

En un Congreso de Literatura en el que tuvieron voz los muertos, F. declara lo siguiente:
“La américa hispano-portuguesa necesita su Walt Whitman. Toda articulación territorial necesita de un canto, un poema, una epopeya para que su nacimiento sea más sensato y se afiance tanto en los sueños privados como en los públicos.
Conozco la intención de T. de hacer unas Mil y Una Noches americanas, donde Scheherezade sea una cholita y el Rey sea un traficante de cocaína sumergido en la selva colombiana. Pero eso no es suficiente para nosotros. América necesita otro Walt Whitman.”
El auditorio de ese testimonio era escaso como quien dice dos personas. Se hizo en un aula lateral del edificio menos convulsionado del Congreso, que tenía sedes en varias zonas de la ciudad. Salvo X., nadie registró estos dichos.

Las historias extraordinarias según X.

b) Fueron quince los años que tardó H. en construir el reloj más lúcido del mundo. Decimos  lúcido y no lucido porque, desde la torre más alta, reflejaba no sólo el tiempo que se escapa, sino también los deseos y los miedos de quien en él mirase las agujas que dan la hora. Este instrumento era tan complejo, su factura tan monumental, su apariencia tan envidiable, que el gobernador de la ciudad ordenó a dos comerciantes que recompensaran a H. por semejante maravilla. El gobernador, celoso de la fama y el esplendor que le otorgaba al pueblo un reloj tan característico en la carga de su paisaje no quería que H. pudiera repetir la obra en ninguna otra parte del mundo: su recompensa para el hacedor fue la ceguera. Cuando ya no pudo ver, sus ojos flotando en un balde a sangre y agua, H. se dirigió, ayudado por su hijo, a la torre donde se encontraba el reloj. Dándole instrucciones precisas como fractales matemáticos, descompusieron el artefacto, el viejo con indicaciones, el chico con sus manos. Y aunque la vida seguía cabalgando en la ciudad sin nombre, el dador de horas permaneció inmóvil en la más alta torre. Relojeros de todo el mundo, por orden del gobernador,  viajaron primero para apreciar y después para intentar arreglar ese don del tiempo. Pasó el primer año y con él doscientos relojeros de los cinco continentes que habían fracasado en la tarea. Intervinieron físicos, químicos y hasta filósofos en busca de la solución al desperfecto y de la recompensa prometida por el gobernador. La casa de H. fue saqueada en busca de planos, de archivos, de memorias que contemplasen fallas. H. fue primero interrogado, más tarde torturado. Lo amenazaron con prender fuego a su familia, con asesinar a una persona de la ciudad por cada día que se resistiera a hablar. Tardaron un mes, treinta muertos, en notar que H. se había cortado la lengua.
Años después de su muerte, en una casa que había pertenecido al hermano de H., se encontró una copia en miniatura del otro reloj que todavía hoy gasta su sueño bruto en la torre. Al lado del reloj en miniatura, cuentan los testigos, dos esferas gelatinosas hablaban un lenguaje sin misterios: eran los ojos de H.

V) Un escritor, que la crítica literaria llamó K., recibió el premio más importante que puede recibir un escritor importante. Para jugar con todos sus admiradores, ese mismo año K. dejó de publicar libros bajo su nombre y empezó a usar un seudónimo que sólo conocían su hermana y su amante. Esos títulos fueron despreciados y ese autor suplente no conoció más fama que la que dan las ferias de usados. El renovador, según la crítica, se retiró en silencio; la verdad es que en diez años había publicado más de veinte libros. Libros que él consideraba menores, pero también sus obras maestras.
f) En la noche de bodas, C. le dice a su esposa: “Tengo que decirte algo: soy virgen”, a lo que la mujer responde: “Yo tampoco”.
o) El día 6 de agosto de 1993, T. dice en una reunión de amigos: “La otra noche le pedí prestado un grabador a M., y la curiosidad me pudo y escuché los audios de sus entrevistas. El tema es que había una muy rara en la que parecía estar o hablando con sí mismo, o entrevistando a  una persona que lo conocía muy bien, porque cuando le pregunta “¿Qué sentís cuando recordás los días de tu infancia?” el otro no le responde.
Lo ordinario
Y) Cada fin de año, mientras sus amigas hundían la cara en copas de alcohol peligroso, P., para recordar a todos la fugacidad de la vida, les mostraba una calavera humana y les hablaba sobre la descomposición y sobre la celebración de la muerte.
Lo intra-ordinario
z) En una entrada del blogspot de X. se lee:   “Estando yo en la ciudad siria de Alepo (nombre que en árabe significa leche fresca) mi amigo Abu abd-Allah Muhammed el-Gahshigar -mientras caminábamos tomados de la mano por la terraza de su domo y disfrutábamos de la última hora de la tarde contemplando el declive de actividades en el zoco- me decía con su voz fresca:
"Los fumadores de hachís están corrompiendo con su pereza el correcto funcionamiento del mercado, situación desagradable para comerciantes como yo e incluso para el mismísimo sultán, quien espera de estos negocios un tributo anual que supera por diez veces los cien mil dinares de oro. Dedicados a la ensoñación, esos brutos entorpecen el libre comercio y promueven la vida quieta bajo el sol augur del Ramadán. Preveo con tristeza que este año los trescientos eunucos del califa golpearán y derribarán las puertas de los vendedores de pescado y de piedras preciosas y de dulces y de telas, saqueando los puestos y apoderándose a la fuerza de lo convenido entre las partes. Los deudores serán ejecutados en la plaza pública y serán apedreados hasta que la sangre nos bañe el rostro, según recomienda el Libro de los Libros. Mi intención es esperar que el disco de la luna complete su ciclo para poder así despachar a los ociosos y enviarlos en caravana hacia Bagdad, ciudad de los delirios. Esa será su salvación y también la nuestra, ¡oh extranjero! Por otro lado, quisiera que mañana me acompañaras al hamman, donde me cité con los altos comerciantes que participarán en esta empresa." Yo contesté: "Oír es obedecer". Esa misma noche Muhammed el-Gahshigar quiso que me desposara con una de sus esclavas como agradecimiento anticipado por mis futuros servicios. La oferta me pareció excesiva y además no sabía cómo iría yo a ayudarlo en semejante obra, pero terminé aceptando. La muchacha era dulce como el melón, su cuerpo más liviano que una hoja de primavera y su belleza superaba la de la luna espejada en un mar de oro. Luego de los rituales que caben en la fórmula llegué a la habitación donde me recibiría mi nueva esposa. Y al abrir las dos puertas de la cámara de los placeres, la vi, graciosa como olvidarse del tiempo, bailando y dando saltitos, envuelta en trajes delicados, bañada en aceite de argán y perfumada según la usanza de las mujeres sirias. Después que la hube penetrado con mi zib unas diez mil veces, entre risas de los dos, pidió más. Excitado y sin que mi nuevo tesoro lo sospechase, repetí la operación en número exacto. Ya cansados y mirándonos a los ojos, mientras ella jugaba con sus pequeñas manos sobre mi pecho desnudo, conversamos. Con infinito agrado comprobé que conocía los tratados de Astronomía más complejos y que era adicta a la doctrina de los Siete Sabios. Como si esto fuera poco, recitaba a los poetas famosos con técnica insuperable; así sus labios me hicieron olvidar durante una noche completa los dolores del mundo. Cuando amaneció, fue discreta, y calló.
El día siguiente no fue menos feliz. Abrí los ojos y mi esposa ya no estaba, por lo que me levanté calmo y me dispuse a encontrarme con Abu abd-Allah en el baño Yalgamma, salón cuya fama en el mundo árabe es similar a la que ostenta el Coliseo romano en el mundo Occidental. Desayuné según mi capricho durante una hora. Después me enteraron que mi amigo había dado la tarde anterior algunas órdenes precisas a sus esclavos, por lo que fui escoltado hasta el hamman por quince negros del color de la más turbia noche y quince mujeres que prefiguraban la dicha del Paraíso. Entonces yo grité, mientras cruzaba la ciudad montado en un caballo blanco cubierto de pedrerías sublimes: "¡Oh, Rey del Tiempo, delicado comerciante, compañero exquisito, que la paz de Alá y del profeta Mahoma esté con tu persona y que la noche última nunca gane la gloria de tus ojos fieles!" agradeciendo al cielo de esta forma exagerada el trato de mi amigo.
Ya en el hamman, unos masajistas nos acomodaron. La reunión tenía entre los presentes a los comerciantes más destacados del zoco, cuyas fortunas y esclavos juntos no caberían en toda la amable extensión del territorio griego. Y hablaban todos y discutían en un lenguaje que a mí me resultaba extraño y cuando ya no sabía de qué estaban conversando mi amigo Abu abd. Allah Muhammed el-Gahshigar giró hacia mí y dijo con el tono exacto con el que se da consejo a un mulo: "Irás a la ciudad de Bagdad, liderando la caravana de los fumadores de hachís. Una vez que hayas entrado en la ciudad, buscarás al visir del sultán y con las más suaves y delicadas palabras que consigas extraer de tu cerebro le dirás que solicitas una audiencia con su dueño. Hecho esto y concedida la visita, entregarás al sultán esta carta sellada en nombre mío y de estos caros señores. Si el resultado de tu embajada es favorable, volverás a Alepo y te recibiremos con honores y festejos por haber salvado de un mal año nuestra ciudad eterna. Como recompensa dejaré que te cases con otras dos esclavas que sean de tu agrado, te daré un palacio que ensombrezca por su gloria al mío y también te regalaré, ¡oh extranjero! una bolsa con monedas de oro equivalente al peso de un tigre en edad madura." Y yo contesté, según la tradición: "Oír es obedecer." Dos días más tarde partía hacia Bagdad. La comitiva contaba con doscientos esclavos a mi mando y el número precioso de tres mil fumadores de hachís reclutados sin esfuerzo por la guardia civil y los eunucos del sultán. En la puerta de la ciudad di un discurso que no voy a referir, aunque sus objetos principales fueron el éxodo y la felicidad. La distancia hacia Bagdad era de unos mil kilómetros; calculé que lograríamos hacer el viaje -teniendo en cuenta que los fumadores iban a pie - en el decurso de dos meses. Durante la primera noche de campaña, para entender a fondo a esos que estaban bajo mi mando, hice llamar a la tienda a través de un secretario al más famoso de entre los fumadores de Siria, quien, según la opinión encontrada de los doctos y los ignorantes, resultó estar en mi caravana. Era un hombre joven pero de larga barba en forma de camaleón, y sus ojos hablaban un idioma sublime que no se descifraba fácilmente. Arrodillándose y quitándose un turbante del color de la serpiente, se presentó con estas palabras: "Soy Ibn Al-kamai. Mi fuente es el bálsamo constante y mi tierra la ciudad de Alepo, la mística, donde las mujeres se rinden a la gloria de Alá y los hombres se ejercitan en la virtud y la constancia."
"Fumador", le dije, "te hice llamar por mis vasallos en la quieta noche con el único objetivo de encomendarte mi entrenamiento en el arte que los tuyos practican hace siglos. Es necesario que sepas que viajaremos durante sesenta días con sus noches bordeando primero el lago Thartar y descansando consecutivamente en las ciudades de Al Bukamal, Subaykhan y Ar Raqqah. Abrevaremos por vez última en las livianas aguas del Sabkhat Al Jabbul, favoreciendo con ese néctar de juventud nuestra ansiada entrada en Bagdad. Pero mi temor es este: ¿tendrán los tuyos suficiente hachís para abastecerse durante el tiempo que nos lleve la embajada?" Y Al-kamai respondió: "Cada uno de los fumadores lleva consigo provisiones para sostenerse durante un año con sus noches." "¿Es que no pueden" pregunté, "abandonar ni un día esa actividad?" Y Al-kamai dijo en tono grave: "No es recomendable. Zoroastro, el sabio, llamaba 'el buen narcótico' a este caramelo que para mi tribu es sagrado. Cuando se está bajo sus efectos, el tiempo circula en pliegos de satisfacción, la sangre obtiene su templanza perdida, el cuerpo se dispone a los placeres locos y la pesadumbre de la vida se convierte en dicha del presente. El olvido fecunda la mente con su antigua fórmula y la memoria, esa valija de fuego, escapa aturdida por lo volátil del milagro. Pero en ocasiones la dicha no es cosa alegre; aunque sean escasos, existieron, existen y existirán casos de fumadores perdidos para siempre en la ensoñación giróvaga; sus ojos devorados por las llamas dejaron de ver y sus corazones mutaron en piedra y sus cuerpos, saqueados para siempre, abandonaron lentamente nuestro mundo de circulares días y noches ¡Que así sea para esas víctimas, porque su estrella y su final estuvo escrito desde siempre por el sublime, el Soberano de los Tiempos: y quiera Alá que nunca se agote sobre la tierra el nepente de mi devoción!" Con esas lúcidas palabras el fumador demostró ser más sensato de lo que yo creía y ganándose así mi confianza, comenzamos en ese mismo instante mi entrenamiento. Fumamos de su larga pipa, mientras me hacía repetir con voz de ciervo "Achinaca Tulai, Achinaca Tulai".
Cuando a la mañana siguiente quise escribir esta historia con una aguja de oro en el ojo izquierdo de mi hermanita, desperté.
Desayuné según mi capricho durante una hora, me vestí con mis mejores ropas y encendiendo un cigarro, partí rumbo a Alepo, ciudad de nuestros sueños.” Al día de hoy no se registran comentarios de lectores en el blogspot de X.

                                                 Historias Extraordinarias

b) “Z. llega a un pueblo boliviano con un libro de policiales bajo el brazo. Ese refugio del mundo no conoce los asesinatos, ni los robos, ni los escándalos. Humanitariamente, Z. lee semanalmente esas historias a los chicos y los ancianos del pueblo. Locos, fascinados, ellos reciben los casos con voluntad caníbal. El paso de los meses hace que algunos iniciados imiten las narraciones de Z. Comienzan los robos; se instalan las comisarías. Comienzan los asesinatos; aparecen los primeros detectives.” De esta forma argumentaba X. su tesis sobre los peligros de la escuela fantástica.

                                                                                                                             Delirios orgánicos

1) F. imaginaba una sociedad en la que sus integrantes enviasen como divertimento, al final del día, cada noche, un breve relato que cifrara, en la medida en que un humano puede fingir el arte, las tareas o los pensamientos de toda la jornada. Esa información era a su vez recibida por una plataforma de libre acceso que los demás interesados podían consultar sin filtros ¿F. pensaba en el fascismo? Las formas del relato podían ser tan variadas como el que dice fotos repetidas, agudas grabaciones de un minuto, videos de veinticinco segundos, textos de veinte páginas, recetas para destruir un plato gourmet, partituras eruditas que recomendaban el silencio, tratados de derecho que no leería nadie, instrucciones para sonarse la nariz, instrucciones para agregarse otra nariz, meditaciones sobre el dolor o proyectos de nuevas medicaciones. Generalmente muchos comenzaban con estos asuntos a la edad de tres años y era común que a la hora de la muerte se hiciera una recopilación de los trabajos de cada individuo y se presentase su Obra ante un auditorio real y otro, generalmente más extenso, virtual y disperso. Esa forma de vida permitía que cada uno meditara casi artísticamente sobre su situación, ofreciendo un catálogo muy rico de la felicidad y la miseria humana.
Las popularidades eran necesariamente variadas. Había, para consideración de F., buenos artistas cuyas recreaciones eran poco visitadas, y había también, por el contrario, una cantidad enorme de simplistas y embaucadores que concentraban gran cantidad de público, ofreciendo su espectáculo mediocre a espectadores terriblemente confundidos que miraban todo, siempre, con una duda un poco sincera y otro poco artificial.
Un concierto no necesitaba ya de un escenario, de una plaza, de un bar o de un estadio gigantesco. Estimada la hora y el día exactos, un grupo de músicos o de gente bien intencionada aunque no siempre seria –con esto uno se refiere a que eran más estafadores que otra cosa- se reunían en un lugar cualquiera –existen casos famosos de conciertos realizados desde plataformas marinas, en teatros en los que no había un solo espectador o en playas remotas- y realizaban un stream abierto al que podía asistir todo aquel que quisiera siempre y cuando pagara un precio razonable -no vaya a ser que un artista deje de ser recompensado.
Pero la cosa se puso oscura: empezaron los problemas cuando el tiempo dedicado al relato superó, en algunos casos, el tiempo dedicado a la vida real y la red comenzó a saturarse mientras que la vida real empezó a quedar ociosa. Mayores complicaciones hubieron cuando los encargados de sostener la red –dedicados básicamente al mantenimiento de los vínculos y la ampliación del espacio virtual disponible-, hundidos hasta el fondo en la compilación de sus vidas de pulpo, dejaron paulatinamente su trabajo y se dedicaron a confeccionar, por separado, sus queridas obras.
No pasó un tiempo considerable hasta que, por ejemplo, quedaron poquísimos zapateros. Pero lo que sí restaba era una cantidad enorme de antiguos zapateros dedicados a la recreación cibernética del que antes había sido su humilde oficio. Por dar otro ejemplo famoso: los policías se vieron diezmados y prefirieron ejercer su trampa en las comodidades de la red. Los robos y los asesinatos disminuyeron en gran medida. No fueron pocos los anarquistas que celebraron este acontecimiento; tampoco fueron pocos los que se dedicaron a atentar, por ejemplo, contra fotos de monumentos subidos a la red, a intervenir imágenes de edificios públicos, a distribuir consignas por todo el cibermundo con las técnicas más estilizadas según el arte de los crackers. La legislación, extremadamente confusa al respecto, no tenía nada para decir al respecto del violento accionar sobre un bien público virtual –la imagen de la Casa de Gobierno o de un puente famoso, la grabación de un cruce de avenidas respetable o un texto considerado inviolable. Sosteniendo su voluntad de intervenir el mundo acorde a sus pensamientos, esos librepensadores tenían el doble beneficio de actuar a su piacere y que esa ejecución no encontrase repercusiones desagradables, al menos para ellos. Los sociólogos comenzaron a experimentar con una versión del Sims compleja en grado sumo y según los resultados obtenidos confeccionaban fórmulas que advertían y aconsejaban sobre los modos correctos de ordenar la vida humana, explicando en detalle cómo lograr dejar de lado tanto los fanatismos como las falsas convenciones. Los antropólogos se dedicaron al estudio de su propia incertidumbre. Algunos delirantes, ante la escasez de alimento –los distribuidores de bienes reales eran pocos-, traicionaron a la biología y empezaron a alimentarse viendo videos de verduras cocidas o por las bondades de la imagen de un banquete subido a la web alguna vez por un cocinero vietnamita. Sospechosamente, los casos de inanición fueron escasos. La gente suspiraba cuando veía el video de una cadena montañosa y hasta se abrigaba acorde al momento sagrado. Comenzó a ser natural que las familias vacacionaran frente a una pantalla durante quince o veinte días, mirando fijamente la grabación de un mar inquieto.
Los manicomios quedaron vacíos y los locos prófugos, que siempre tuvieron cierta reticencia para adaptarse al modus operandi de los trabajadores normales, conquistaron las calles. Los psiquiatras más exquisitos, alarmados por los hechos que de alguna manera desfavorecían su situación y ponían en riesgo a toda la población sana, publicaban incansablemente excelentes artículos sobre las causas de tan tremenda circunstancia y ofrecían una lista inmejorable de soluciones a corto y mediano plazo.
El dolor y la felicidad pasaron también a ser virtuales y con ellos el sexo y las conversaciones y los golpes y las torturas, las bromas, los argumentos cínicos, los abrazos, los golpes bajos, las salutaciones, los buenos y los malos momentos, las miradas esquivas, los encuentros fuertes, las masturbaciones las anestesias, los venenos admirables los prescindibles, la madurez y la ingenuidad meditada, todo quedó flotando ¡Hasta el misterio, la música las reuniones de familia y el cosquilleo en la panza pasaron a existir sólo en los eléctricos genes de nuestra ciberesfera!
Quienes con poco sentido común advirtieron de supuestos problemas en el funcionamiento masivo de semejante vida fueron tachados de disconformes, de negacionistas, de personajes nefastos y pesimistas. El número de poetas que se suicidaron fue excesivo y sobre la Tierra, esa nación dispersa y antológica, dedicada hacía siglos al mágico pero, hoy lo sabemos, inútil trabajo de armonizar palabras para generar sensaciones vagas y poderosas, se redujo a un puñado de desgraciados que sobrevivían por pura obstinación y que veían en majestuoso silencio la graciosa pendiente por la que se nos filtraba la Decadencia, ese monstruo que arrastra desde siempre a un mundo viejo y muy enfermo.


2) Vida apócrifa de Franco Basaglia:
Este crío del mundo nació en una zona pobre de la ciudad de Livorno. Hijo de una putana y un funcionario público que había liderado una de las facciones fieles al finado Benito, pasó sus primeros años pateando una pelota, colándose en el cineclub del populo y ganando algunas monedas por obra de su ingenio infantil que lo llevó a fotocopiar el programa del cinema y a revenderlo a un precio miserable como cuando decimos casi dos pedacitos de pan.
Su primer contacto con la locura lo tuvo de noche. Como su madre trabajaba en el cuarto de al lado y lo obligaba a acostarse con tapones en la oreja, completamente a oscuras, Basaglia desarrolló una capacidad imaginativa notable, también una potencia delirante hipoacústica. Las manos que freneticaban el cuerpo, los pies fríos, la cara en otra parte; una vieja que lo sacudía y le gritaba y él que no escuchaba y bueno, trauma temprano: incendio en el caserón, dos muertos, la madre y él a salvo, la vieja al manicomio.
 Nunca conoció a su padre, tampoco lo quiso, y fue su tío el que lo llevó, cuando tenía cinco años, al Estadio Olímpico y después al hoyo del Matarazzo a comer pastas con una salsa que pasaría a ser su favorita: Príncipe de Nápoli. Fue lúcido en la escuela primaria y sus compañeros lo apodaron “El bestiario” por el catálogo de caras que sabía poner durante los recreos para que todos se mataran de risa pero de repente el espanto y mirá la nenita que se va a quejar con la maestra, le tira del fin de la pollera y señala a Basaglia. El paso del tiempo hizo que esas caras ya no divirtieran o asustaran a nadie y terminaron por aburrirlo a él mismo. A los diez años su madre le anunció que tenía que olvidar el estudio y ponerse la familia de dos al hombro. Fue entonces cuando se hizo ladrón de bicicletas por un par de meses y conoció algunos lujos: la Coca-Cola, las revistas porno, los condimentos. Mientras tanto, seguía yendo al cine tres veces por semana.

Lo extraordinario

El historiador Graciani escribió hacia fines del año 2138: “Fue una cosa común durante gran parte de los siglos XX y XXI que los Estados de todo el mundo adoptaran esclavos bajo la apariencia de funcionarios públicos. Como hicieran los esclavistas del mundo antiguo, el vínculo entre las partes estaba rigurosamente definido en términos morales y jurídicos. La extensión de derechos hacia el grupo esclavizado hizo que grandes porciones de la población buscaran por motu propio esa posición. Esto se explica por la suma de beneficios que el Estado les otorgaba y que comprendía salarios moderados, cierto padrinazgo por parte del máximo ejecutor, niveles de ociosidad aceptables dentro de un margen de trabajo preestablecido por contrato, un contagio de embrutecimiento lo suficientemente elevado como para que no se perciba lo miserable de la posición. Este proceso fue explicado por Basaglia cuando postuló que “en las urbes hijas del de facto las fuerzas administrativas comenzaron a ser más importantes que las fuerzas físicas para asegurar el dominio del territorio y dar sentido a la extensión del aparato. El sistema de impuestos, la escolarización, la reglamentación de convivencia y el código penal avanzaron tanto sobre las mentes de los individuos que una sociedad que no dispusiera de esas somnolencias fue considerada irreal, desmejorada o desagradable.”

                                                                              Javier Modigliani -  Palabras de medianoche

                                                                              I

Miedo de salir de la cama, miedo de internarse en el mar, miedo hasta de cruzar la calle. Miedo de tener hijos que da los miedos de quedar infértil – y para siempre. Miedo de contagiarse del miedo del otro, miedo de sobre-enamorarse, casi miedo de volverse insensible. Miedo de destruir contra el miedo de crear todo  miedo de filtrar: lxs amigxs cuando el miedo a estar                                                                                                                                          - solo. Miedo de ser el medio, el médium o el mediano. Miedo de prostituirse, miedo de confeccionarse virginidades cada cinco minutos. Miedo de morir, miedo de vivir, miedo de dormir. La estupidez que viaja con alas de miedo hacia el libro que regala la ignorancia actualizada. Miedo de cabalgarse una noche, miedo de drogar el “mi ego” doble, miedo de momificarse entre las mamas. Miedo de gritar, miedo de hablar muy bajito o de masturbarse, miedo de colocarse o de estilizarse. Miedo rey de todo, miedo dómine del mundo, miedo de mirarse a los ojos, miedo de ser demasiado humano.   
Odio de miedo. La caravana de los días del miedo
Promete nuevos amores de miedo.

                                                                              II

Si soy todo cambio, ¿qué se yo del cambio?
Si soy todo vida, ¿qué se yo de la vida?
Si soy todo imagen, ¿qué se yo de las imágenes?
Pero,
Si el cambio es lo que dejamos atrás y lo que vemos del futuro con la doble faz,
Y la vida es el prostituyente que nos paga con un saber a viejo,
Y la imagen otra cualidad de nuestro oráculo sensible,
Entonces, ¿qué?
Si soy todo cambio, ¿qué se yo del cambio?
¿Qué me importan la metafísica, la filosofía, la sensibilidad?
Despertarse es encontrarse durmiendo una siesta de quinientos años,
Y eso nos sabe a tan poco,
Que ni siquiera dan ganas de volver a dormirse.

                                                                              III

Soledad de andarme acompañado,
Música de descansar sobre el silencio.
Rostros de la divinidad que olvidan el reloj de las horas perdidas.

                                                                              IV

Trópico de los deseos,
Ecuador de las conformidades,
Imágenes de fuego consumidas por tu fu-ego.

                                                                                 Diálogo

-          “Destructor de Plato, hijo de la capacidad, de la raza de leones nacidos en la jaula, poeta de la Naturaleza, cantame las traiciones de la filosofía.”
-          “¡Nunca! Si las cantara sería yo el traidor,
 y vos la filosofía.”           .

                                                              
La narración de la historia

Según la idea corriente, en el año 391 de nuestra era un obispo mal llamado Teófilo mandó a quemar los 120.000 ejemplares de la Biblioteca de Alejandría. A comienzos del año 2012 el FBI, una empresa dependiente del gobierno de los Estados Unidos o el Buró Federal de Investigaciones, ordenó el cierre de Megaupload, una página virtual que de ser un edificio se ubicaría en el puesto 12º de los más visitados en el mundo y de ser un país sería el octavo más poblado del globo. Su desaparición fue tan fugaz como los efectos de una bomba atómica sobre una ciudad nipona – y sus efectos igual de incomprobables- pero hasta hoy ningún penalista pudo considerar aquel acto de magia internacional como un crimen de lesa humanidad. En contra de teorías tan exageradas,  ese atentado contra la libre circulación de la información puede equipararse, según el biólogo Max Ernst, con el apagón de cualquier mente educada entre los veinte y los treinta años.
“El control de la información y el libre flujo nos prometen de acá a trescientos años una nueva Edad Oscura, más tarde otro Renacimiento. Pero la historia la hacen sólo los que suman sus manos para dar vuelta la página”, decía D. mientras fumaba su quinto cigarrillo del alba.                                                                                            

                Historias Extraordinarias

h) Como la vida se convirtiera para él en un espectáculo aburrido, G. les propuso a sus conocidos practicar orgías una vez por semana.
El método: los invitaba a su casa, convidaba a todos con cabernet sauvignon, cerveza holandesa, marihuana cordobesa en pipa de agua, cocaína según la vieja fórmula de Merk en cucharas de plata, revistas sucedáneas, libros Kama Sutra.
Para que desaparezcan los temores que consumen siempre la capacidad erótica, en la primera reunión G. recibió a todo el mundo desnudo.  Al principio dejó vagar a sus invitados por los sillones de cuero, los sedujo para que apoyen sus labios sobre las copas del cristal corrupto, los indujo a mojarse las manos en viejas aguas higiénicas, les mostró los lechos, los cogió en el piso. El promedio de orgasmos en las noches de jueves era de cuatro por persona.
Con el paso de los años G. empezó a cobrar la entrada a sus orgías, que ya se habían hecho famosas. Cuando entró en los cincuenta convenció a un científico amigo suyo para que juntos desarrollaran una máquina lectora de sueños. Acabada la lujuria, G. conectaba a los practicantes a su máquina de locos, y gracias a la inteligencia del aparato veía casi en primera persona el común sueño de los onanistas.
A los sesenta había desarrollado un largo catálogo onírico. Comprobó que los practicantes de orgías transforman su apetito sexual durante el sueño y se provocan a sí mismos fascinaciones informáticas, aspiraciones naturales, tramas inconclusas. Comprobó también que cada tantas lunas compartidas los humanos no consiguen soñar lo mismo, y que bajo las influencias adecuadas no hay persona que pueda resistirse a los ciclónicos placeres del mundo.

r) Según últimas informaciones del saqueo, el oro robado por los embajadores del reino de España a la ciudad de Potosí durante los años tempranos del colonialismo fue suficiente como para tender un puente de ese metal maldito desde La Paz hasta Londres. El puente es hoy el avión o el viaje de los bits que forman el correo electrónico.  No hay ignorancia que no sea calmada por el sueño, y eso que estamos hechos de la misma materia que nuestros abuelos.

u) La seducción de lobas a través de la seda y de los caros sedantes. La saturación de la sal viaje de los salvoconductos. La sibila que es la maga y que es también la siesta mineral donde apoyamos la cabeza para dormirnos de lo etéreo. La salud pública sobreexplotada por la bondad de los sátiros. El silencio sacudido por los sabios en los salones de la Siria de Parysatis. Los hijos de la Naturaleza amantes de los trucos de la informática. La salud para la seducción, el deseo que él deseò.


                                                                                             
                               
Javier Modigliani – Sobre las máscaras

Phantastica copula


Thou, the reason.
Thou, the beast.
Thou, far country of delusion.
There´s no such thing: comprehension.
For ye, my eyes,

                                                                                                        Energy is eternal delight.  

       
Wild Track


Cansado de la bossanova metafísica, harto del rollo que no se revela y hace cinco años nos ocupa un lugar pirado del bolsillo, fecundado por la historia de las contratapas, no veo más del seno el cuenco la mano, no quiero ya del cuerpo al cerebro:
la idea.









                                                               Delirios Orgánicos


Voy a intentarlo otra vez, reformular los juegos y tratar de disfrutarlos.
Dejar de ser imán del ocultismo, abrir paso a la erótica constante.

                                                                      Piero della Francesca


¿Hay un suburbio por cada centro de los nervios?
¿De qué puertos náufraga la locura?
No: extinción del deseo.
No: carroza fílmica de la utopía.
La vida –toda- es una novela escrita en una lengua que –no- comprendo.






Cantata

Abrazo hoy la vida. Monto cada una de sus partes, beso su lugar revelado, la hago dar mil vueltas sobre este nuevo eje de cordura –asociación lírica a punto de oxidarse. Respiro el humo, recuerdo. Exhalo y colmo, la voluntad. Cabalgo la posibilidad de ser distante, de fugar al centro, de fabricar puentes de agua durante el sueño.
Vivo del intervalo: soy el camino más corto entre yo mismo y otro.

Historias Extraordinarias

Ñ) Sobre el flanco violento de la montaña un grupo de mujeres dedican sus días a cuidar la cosecha de marihuana más grande del mundo. Trabajan con regaderas de plata y agua que gira en el agua. Hacen crecer los frutos del tiempo; viven en comunidad. Algunas son felices. Por las noches, en reuniones donde la copula es phantastica y la conversación un divertimento, una de esas mujeres graba frases cuya coherencia es poco asimilable. Dicen:
-¡Ay, hoy estoy tan contenta! Mis dedos parecen la trama de la espuma
o
-Qué rico fumarse un caño mientras se acaricia con el cutis la base del palo mayor; de la barca ver la paranoia, de mi deseo lo polimorfo. Hoy soy más entregada que una golfa lúbrica. Y lo comería…lo comería.


Facebook ex maquina

A qué criticar que todos vayan clickeando y clickeando y así arrastrando la vida si voy yo-tecleando y tecleando y viendo de mí mismo la palabra mecánica, la frase hecha, la articulación mediata. Todas las fotos la foto de Facebook. Todos los comentarios el comentario de Facebook. Todas las anestesias el despertador de Facebook. Todos los cansancios el trabajo de Facebook.
Nuestra vida es eso: un álbum de fotos vigilado por los otros.
Unas palabras para lo triste, otras para lo que ríe con teclas de iris. El ritmo, los flashs y las frecuencias tecnópilas, los licores fuertes, las anestesias para la triple neurosis. Aguafuerte de la semana: la ropita limpia, el falso sofoque del rutinazgo, subir al moving público, trabajar. Comentar a medianoche lo recién pasado mirando al recién futuro. Dejarse llevar por la corriente magnética. Rebobinarnunca: la resistencia - es la opulencia - del inseguro.
Me gusta, que no me gusta, me quiere, que no me quiere. Secuencia de etiquetas -prostituyendo hasta el amor por lo que falta. Basta. O el silencio.

martes, 31 de enero de 2012

Ars crítica

En la pared de una casa una litografía de Hitler manchada con mermelada de frambuesa.
Sentido común sugiere: además de nazi, el dueño es persona sucia.
En una galería de arte una litografía de Hitler manchada sutilmente con mermelada de frambuesa.
Crítico de arte opina: ¡Nunca estuvo tan bien expresada la banalidad del mal!



viernes, 27 de enero de 2012

#9 Dream

El subsuelo está lleno de esculturas de toros. Sobre un costado, Picasso fuma un grillo en una mesa inclinada. Tu madre, escondida entre las patas, le chupa las medias con voluntad de lagarto. El piso es una libreta encerada y hay mucho miedo si se acaba la página. La música nace del agua y muere en el timbre. Un sacudón: estás desnudo. Caminás ligero por la pista de arena. Hundís la cara en un piletón y solo conseguís mojarte los dientes. Un arquetipo te muestra las variantes de un catálogo de hermanos. Te escuchás el pecho y decís: "estoy viviendo." Una leonada insegura transporta caravana de espejos. Una mujer se arranca un celular del pecho sangriento y te lo da con sonrisa y uñas pintadas: el corazón electrónico es el medio del mensaje. Mirás para arriba y este techo es de humo ¡Llueve vino!
Sorpresa: en la planta alta te avisan que todavía estás en el subsuelo.

jueves, 26 de enero de 2012

Film mudo

En la ruta que lleva hacia la antigua ciudad de Soberbia:
Un grupo de autos modernos desgasta el camino. En uno de ellos un individuo de apariencia melancólica saca un brazo por la ventanilla desde el asiento del acompañante mientras fuma un cigarrillo. Por el costado pasan repentinamente mujeres seductoras que lo miran con deseo, pero al no mantener pareja la velocidad, lo superan y se alejan por la ruta. El hombre mira a su amigo, el conductor, como diciéndole: "Seguilas". Y mientras ponen un disco cualquiera en el reproductor, las persiguen. El auto que lleva a las mujeres se escapa. Los dos coches no están lejos de los muros de Soberbia cuando vuelven a quedar a la misma altura. La mujer que maneja da a entender con signos graciosos que pretende encontrarlos más adelante, dentro de la ciudad, pero los hombres, sorprendidos, hacen notar que su intención nunca fue entrar en semejante población. Las dos mujeres ríen, no ofrecen alternativa y cruzan a toda velocidad la frontera de Soberbia.
Los hombres, para sorpresa del espectador, dan la vuelta completa y se alejan por la ruta en dirección contraria.
Unos kilómetros más adelante, la misma escena, pero el auto y las mujeres son distintas. Los dos amigos piensan que la próxima ciudad puede ser favorable a sus intenciones y deciden perseguirlas. Festejan anticipadamente por la que puede ser una noche de borrachera y lujuria, pero un cartel infame les corta la alegría poco tiempo después:
"A 4km. ciudad de Soberbia "
La cámara filma todo esto desde una torre ubicada sobre los muros de la primera Soberbia.
Los hombres, confundidos, dan la vuelta y continúan en la ruta. Unos minutos después deciden dar otra vez la vuelta y entrar en la segunda Soberbia. Encuentran a las mujeres en un bar. Se acomodan en la  mesa para estimularlas pero sienten que la conversación se les hace complicada; las mujeres, de hecho, los desprecian.
Pensando que un golpe de mala suerte lo puede tener cualquiera, van al único hotel que hay en el pueblo con la intención de pasar la noche y al día siguiente seguir camino, pero no consiguen habitación. Por suerte, el encargado, que resulta ser extremadamente amable, les da un papel con la dirección de una casa famosa por su calidez humana. Llegan, ya sobre la medianoche, al destino pretendido. Hablan con el dueño de la casa y le explican su situación tambaleante. El hombre los escucha atentamente y se lamenta, porque acaba de hospedar en el único cuarto extra de su casa a dos jóvenes mujeres.
Entonces deciden dormir en el auto. Salen a la ruta apenas nace la mañana. En la puerta de la ciudad un personaje les advierte que el camino está en mal estado y que el paso es prácticamente imposible. Los hombres son cuidadosos y no pretenden correr ningún riesgo: van a tener que permanecer en el pueblo. Horas más tarde, mientras almuerzan en el mismo bar de la noche anterior, se cruzan otra vez con las negadas mujeres, a las que intentan otra vez acercarse, ya más por aburrimiento que otra cosa. Las mujeres, casi ofendidas, se niegan. Dicen: "Nos gusta ser perseguidas, pero tampoco tanto. Mientras estaban en la ruta parecían seductores, pero ahora que muestran sus intenciones los encontramos despreciables."
Los hombres se ríen y les dan a entender que están confundidas, que lo único que quieren es relacionarse con alguien porque están varados en el pueblo. Les responden: "Ese cuento ya lo escuchamos muchas veces. Déjennos solas."
En la ciudad de Soberbia te esperan mujeres hermosas que no saben lo que quieren.
Los dos amigos se quedan un tiempo en el pueblo: piensan que va a ser mucho más placentero -cuando la ruta sea reparada por los obreros de la antigua Soberbia- mantenerse indefinida y sensatamente en el camino.

miércoles, 25 de enero de 2012

Cinco minutos para un ejercicio casi surrealista

No hay hora para decir cuac ni hora para decir mu, no hay tiempo para pensar despacio!
Me gusta que me rasquen la cabeza, me acaricien la frente, me rocen el pecho con uñas de gato o me sorban el falo con trompa de loba, pero los masajes a la vanidad nunca dejan de caerme pesados. Habiéndome entrenado durante años para el parloteo, el pensamiento crítico, la discusión sensata, el entretenimiento, la destrucción de la academia en mármol, es bueno saber que me rompí la cabeza y al silencio lo tengo educado.
Ahora, tribalmente junto una por una las semillas de lindas flores arábigas locas disconformes que hace años riego con paciencia. Advertencia de un lector ligero: la sensibilidad... la estás pifiando ¡Mierda, cuánto aburrimiento! ¿Todos los años repetir la natividad de las traiciones? Huye la voluntad de las caras de los viejos, esos escenarios los encuentran fieros. Nunca voy a hacer una tesis sobre el encierro.
Modelar palabras, destornillar lenguas, centuplicar el escándalo, cometer todas las infracciones de la vida privada, sabotear la palma de los espacios públicos, sondear con calma y ternura de elefante la última nota acomplejada, prometer madreselvas, cornucopias, a nuestros amigos, nuestras familias en granada. Trabajar por puro ocio, consumir por anti-vicio, copular el amor temprano el amor etéreo, responder jamón serrano, cachetear a un kiosquero o delirar a un psicólogo chato, seducir en media hora a una actriz mediana de súcubo y plumero, mentir para inventar nuevas distancias, realizar artificios de magician para eludir espacio. Chamuyar de noche, de día, mientras dormimos solos, mientras pensamos. Arañar una madera agujereada por la sombra de tu padre, amonedar temperaturas de desnudos comentarios. Saludar a un físico con fórmula de enano. Fabricarse una soga antes del labio, descubrirse un nuevo diente, limpiarse una lagaña para no arruinarse el tercer ojo. Ensayar un fueguito entre los dedos, auscultarle el hedonismo a un vigilador sensato. Esconderse de todo colectivo, ofrecer papel picado.
Ejercitarse por cinco minutos en un surrealismo avejentado.



martes, 24 de enero de 2012

Ridículo

Yo no estoy loco, pero a veces me siento solo cuando pienso con bastante vergüenza -por lo que hicimos con lo que nos dejaron- que es poco el tiempo que nos resta hasta que un kilo de queso sea más caro que un reproductor de música de 4GB. Teniendo la certeza de que un bebé de madre paria cuesta en el mercado negro menos que un traje de Yves Saint Laurent, y que en esa misma tienda un corazón o un pulmón cuesta menos que alquilar un auto con el motor medio tirado; sabiendo que una idea feliz hace rato vale mucho menos que un par de tetas de plástico, que un diploma impreso en láser otorga más mérito que la sabiduría o la capacidad de hacer cosas en el mundo, que unas botas de setecientos pesos consiguen más mujeres que unos versos de Verlaine articulados con gracia portuguesa -bueno, esto es discutible- y que un artista es tan respetado como un mogólico -porque ambos son buenitos y casi no causan daño-; habiendo visto como la indiferencia es la bandera que une a los promotores de la siesta, como la sensibilidad es aborrecida cual malaria sangrienta, sida o paludismo; después de notar que la música tiende hacia la consagración del ritmo abandonando para siempre la armonía y el fraseo, que la literatura huye para ser solo un ensayo de la literatura -donde la vanguardia se dedica a modificar la puntuación o trastocar el punto de vista; después de haber aceptado que las personas que amamos cambien nuestra compañía por la de un televisor o de un blackberry, que la libertad sea un argumento entre los fríos dientes de los nacionalistas; años posteriores a la guerra, a los juegos de los pibes, a las manitos juntas, a la locura hormonal, a la esperanza sobre todos los cambios, nos traen ¿qué? ¿la risa, el espanto?
Cuando en algunas reunioncitas presento argumentos de este estilo, las caras sensatas miran mal o se encapsulan en gracia selvática, como si la vida real me pasara por el costado y fuese yo el que viviese un sueño de idiota melancolía.
¿Pero estos días, no nos encuentran surfeando la cima de lo absurdo? Estos días globales ¿no nos causan aislamiento de ballena?
Ridículo, ridículo, como saber que nuestras palabras sinceras valen menos que un discurso planificado para ocultar o confundir. Ridículo como saber que el pedazo de tierra en el que vamos a ser enterrados será más considerado que nuestros minutos de vida contentos, que nuestra obra y que nuestros hijos juntos. Ridículo como tener la sensación de que cada palabra de protesta aumenta la órbita de la estupidez, reproduce el ejercicio vano, ayuda a la torpeza inédita ¡Ridículo como entender que últimamente cada gesto desesperado es una inyección que inocula con fatalidad de mar salado, silencio, muerte o una escapada al loquero!
Calma, chiquilín: la felicidad se guareció de nuestra era electrónica.

Trama en la muerte

Crónica de una locura que empezó hace un tiempo y terminó ayer. Un día como cualquier otro me había levantado especialmente energético y con un humor que cualquier trabajador envidiaría un lunes a las siete de la mañana. El cielo era una larga sábana de humo, pero ese inconveniente -al no sentir los remordimientos del ecologista- me importaba poco y nada; por dentro pensaba "qué linda es la vida ¡y la mañana, y la música!". Sentía el cuerpo vitalizado como si tuviese doce años; y para llevarle la contra a tan mal clima, la cabeza despejada me prometía una jornada cargada de pensamientos luminosos. Desayuné unas uvas, café con leche, jugo de naranja y unas tostadas, según es mi costumbre cuando no tengo apuros -y generalmente no los tengo. Salí a caminar unas cuadras para ganar la vida de la mañana y volví a mi casa contento como un bailarín descalzo. Armé un tabaco y hojeé el diario, imprimiéndole a mi mente la primera estupidez del día. Pensé: "Tengo que dejar de hacer esto; informarse así solo trae paranoia y pensamientos de oficinista. Lo único que lográs es hacer algunos chistes durante el día o aumentar la conversación en la mesa. Pero qué me importa el PBI brasilero o ese conflicto entre los gremios, ese juez con un anillo desgraciado o las nominaciones a los Oscar ¡Qué cosa horrenda!" y no pudiendo parar el encabalgamiento miserable generado por cronistas cegadores, seguía: "Consumir este tipo de actualidad es una forma más dilatada de contraer algún tipo de enfermedad cancerígena o psiquiátrica; es peor que fumar un atado de cigarrillos al día o sufrir de insomnio. Y hay libros escritos hace trescientos años que tienen más relación con la vida que estos panfletos del mal gusto multiplicados día a día como si fueran estimable panacea." No es difícil notar que a esa altura mi humor ya estaba tambaleando. Siempre me critico ser altamente susceptible, y también el hecho de encontrarme de repente hablando solo frente al espejo o tener esa costumbre de sentarme en un sillón a discutir frenéticamente y cara a cara con la proyección de mi desconfianza cuando algo me molesta, pero a veces logro evadirme; y -sin haber tomado ninguna pastillita- al rato el malestar se me había pasado.
Pero para el que está despierto y el que está dormido, no hay día que venga ausente de sorpresa: sentí que me habían pegado una cachetada en la nuca cuando revisé mi casilla de correo y leí un mensaje en el que me amenazaban de muerte. No parecía una cadena y hasta confieso que el mail estaba escrito con un estilo que no me fue desagradable. El miedo profundo al que sería natural sucumbir en tal circunstancia no me ganó la conciencia, porque razonando con calma de sociólogo a pantalón planchado y anteojos de artesano, noté que bajo ningún punto de vista tengo importancia como para darme el lujo de pensar que alguien podría estar interesado en mi muerte o en que pierda un brazo o una pierna. Me tranquilizó notar que mi secuestro no se canjearía por una suma voluminosa, que mi muerte sería dolorosa para pocas personas y que se transformaría en un episodio cualquiera  -eso me hizo un nudo en la garganta y tragué saliva como si pariera a la inversa- de los panfletos que yo aborrecía ¿Pero qué enemigo o grupo asesino podría andar buscándome a mí, un perfeccionista del ocio?
Sin quererlo -mientras meditaba sobre las razones de semejante amenaza sin poder darla del todo por falsa y caminaba con los brazos dándome vueltas alrededor de la cabeza- abandoné voluntariamente el pensamiento moderado por estar ya aburrido de manotear pesados argumentos y fue entonces cuando una idea internacional me ganó la materia pensante "¿Y si hubiera una sociedad secreta encargada de eliminar silenciosamente a los individuos que cuestionan de forma práctica y cotidiana la conversión del hombre en un ser eficiente y modelado? ¿Si existiera un clan dedicado a suprimir por encargo a hombres que se niegan a estar conectados a los placeres cibernéticos? Podría tener algún problemita. ¡Pero de ahí a que vengan a buscarme a mí!" Es cierto que me había perfeccionado en eso de no abusar de la masturbación en línea, que me había cuidado -aunque no siempre- del morbo del facebook y la frecuencia militar del twitter, pero antes que yo, pensé, habría tantos y tantos otros por capturar: hippies convencidos, enfermos de remate, niños africanos ganados por la desnutrición crónica, ancianos que ignoran lo que es un modem o un cable, budas o chinos de la montaña, pastores ucranianos y una larga lista de personajes que sin duda me precederían en una virtual lista de sospechosos anti-evolucionistas. Ademàs, había revisado mis mails por la mañana, lo que demostraba que no era un negacionista ni un aislado, sino que utilizaba la tecnología en la medida que me trajese algún placer inmediato o beneficio futuro, cosa altamente recomendada por los psicólogos y los ingenieros industriales. Sobre el posible asesinato de mi persona: me tranquilizó saber que no tenía deudas con nadie. Y por ahora no había estafado a ninguna empresa. Llamé a una oficina del estado y pregunté si me perseguían por algún tema fiscal. Nada. La idea de una mujer desesperada queriendo matarme porque no soportaba más que yo esté en el mundo sin enamorarme de ella me pareció fabulosa, por lo irreal. La de que ese ser fuese un hombre me pareció menos ridícula, pero lejana ¿Che... y si estuvieran anestesiando a todos?

Aprender a navegar en la web requiere de una paciencia similar a la que se necesita para saber recorrer una ciudad. Solo así se logran vislumbrar sus cosas ocultas o su vida plena. El que aprendió a caminar una ciudad, sabe como hacerlo para siempre, esté en La Paz, Birmania o Nueva York. Hay que saber perderse, acostumbrarse a no ir siempre por la misma ruta, tener la voluntad de hacerle caso a un imprevisto, perder el miedo entrenando las piernas vagabundas, evitar las multinacionales, tener cierta técnica para no convertirse en un muñeco de guías predeterminadas, disfrutar descubriendo. Yo estaba más o menos al tanto de ese arte y busqué en la ciudad de la Internet el sobrenombre de la persona que me había enviado el mail, pero sin éxito. Desestimé Google porque solo tiene acceso al 0.03% de la información que hay en la red -por más que a vos te parezca ridículo, ellos mismos aceptaron hace rato este hecho crítico. Hay otras formas, aunque un poco más complejas, de realizar una búsqueda sofisticada por el cibermundo. Sin obtener resultados, pensé en que podría necesitar la ayuda de algún experto en esos asuntos, quien con su erudición y capacidad de zorro eliminase mis dudas más que nunca existenciales. Llamar a un abogado me parecía un escándalo -aunque amigo de la familia, seguramente me propondría que un juez emita una sentencia por la cual la comisaría nº tanto se tuviera que hacer cargo de mi seguridad, cosa que me pareció todavía más peligrosa. (Salvo el de enfermera, nunca me gustaron los uniformes).
En su "Ensayo sobre el Suicidio Mental", Arturo Paniagua -intelectual preclaro en las artes peronistas, médico nacional y popular que ocupa linda cúpula y matufia- dice con prosa salpimentada: "El umbral del dolor que puede soportar un humano es, según los experimentos más sofisticados en la materia, único e irrepetible. En casos menores y para exponer ejemplo al no mentado: no hay dos hombres que soporten la misma cantidad de milésimas de segundos la fija exposición a una llamarada sobre su dedo índice; no hay dos mujeres -por más cortesanas que hayan sido en esta o en vidas pasadas- cuyos límites de tolerancia del diámetro peniano sean compartidos. Hasta ahí en lo cotidiano; pero en casos más graves e intensos, cuando ese umbral -ubicado en una porción marginal de la corteza cerebral que los estudiosos han dado en llamar con gracia jamaiquina circunvolución del cíngulo- es rasgado física o mentalmente, el ser perece." Y más adelante, filosofando, Paniagua inmortaliza: "Hay un momento específico durante el cual el ser humano percibe que su vida corre un peligro inmarcesible y, aunque sean fuerzas externas las que en realidad lo acechan, hay sin embargo otras fantasmagorías de orden interno que crecen a lo largo del cerebelo alcanzando el epigastrio y se convierten en más dañosas que las primeras. La psique toma entonces la forma de una urna funeraria, anticipando el sentido final del desastre; la actividad eléctrica neurótica modifica el tamaño de los pezones y aumenta el caudal de baba en la boca; toda idea feliz se pasea en fúnebre coche desgastando la fisonomía del individuo antes radioso y todo momento agradable y calmo se transforma, por una variación en la recepción consciente del placer, en un episodio intensamente horrendo. Cualquier individuo golpeado por este monstruo moderno no tarda en sucumbir en la japonesa tromba del suicidio."
Esa mañana hice mal en leer tanto chamuyo. Pero yo dije: "Si alguien quiere asesinarme, mejor me mato yo mismo." Pero esa idea no duró mucho tiempo porque no tengo sentido del honor oriental y porque me gusta mucho el vino estacionado como para cambiarlo por el eterno polvo o el cajón cerrado.